martes, 26 de octubre de 2010

Adam Zagajewski

EL ALMA

Sabemos que no se nos permite usar tu nombre.
Sabemos que eres inefable
y débil, quebradiza, sospechosa
de pecados ocultos, como un niño.
Sabemos que no se te permite vivir ya
en la música, en un árbol al atardecer.
Sabemos, o por lo menos eso nos han dicho,
que no existes, de ningún modo, en ningún sitio.
Y sin embargo oímos aún tu voz
insistir, en un eco, una queja, en las cartas
que Antígona nos manda
desde el desierto griego.


UNA LLAMA

Concédenos, Señor, un largo invierno
y música serena, y una boca paciente,
y una pizca de orgullo, antes de que termine
nuestro tiempo.
Concédenos asombro
y una llama, alta, luminosa.


                                 Adam Zagajewski   
                                 Traducción del inglés de Abraham Gragera

sábado, 23 de octubre de 2010

Antología Palatina

(A partir de la versión italiana de Salvatore Quasimodo.)

MELEAGRO

Lágrimas te ofrezco también allí,
Heliodora, en el Hades, a través de la tierra,
reliquias de amor, ásperas lágrimas
sobre la tumba tan llorada ya, memoria
de mis deseos, memoria de mi amor.
Ah míseramente, míseramente
yo, Meleagro, vierto aquí, querida
incluso tras la muerte, esta vana
ofrenda al Aqueronte. Qué fue
de mi tierno y joven tallo. Hades lo arrancó,
él lo arrancó. Y ahora el polvo ensucia
la flor viva. Ah Tierra que nos nutres,
te suplico: acoge en tu seno con ternura,
madre, a la que todos lloran.


BIANOR

Lloré la suerte de mi Teonóe,
y llanto lo creí por leve pérdida,
¡tanta esperanza deposité en mi hijo!
La Moira, la envidiosa, se llevó
al muchacho también. ¡Ay de mí, sin ilusiones
ya, sin mi hijo, lo que me quedaba!
Oh Perséfone,
escucha el ruego de este padre:
pon al niño en brazos de su madre muerta.


DIODORO ZONAS

Oh tú que al Hades
llevas la barca de los muertos
a través de estas aguas pantanosas,
apiádate de mi dolor,
tiende la mano al hijo de Ciniras
que ya desciende por la rampa.
Negro Caronte, ayúdalo,
porque muy niño aún
tropieza en sus sandalias
y tiene miedo de posar
sus pies desnudos en la arena de la orilla.


PAULO SILENTIARIO

Amo más tus arrugas, Filinna,
que el esplendor de la juventud.
Me gusta más sentir sobre mis manos
tus pechos ya vencidos en sus puntas
que un arrogante seno de muchacha.
Mucho mejor tu otoño que su primavera.
Más cálido tu invierno que su estío.


MACEDONIO

Tanto te deseé y ahora estás aquí,
cuando había perdido la esperanza…
Y en mi cabeza ya me había trastornado
esa tu imagen tan maravillosa…
Y tiemblo tanto y late tan fuerte el corazón
enloquecido y en las olas de Cipris se hunde
mi alma… Oh sálvame tú, y náufrago
en tierra, acógeme en tu puerto.


PARMENIÓN

Zeus a Dánae hizo suya
con un poco de oro,
mía eres también
por un poco de oro.
Yo no puedo pagarte más que Zeus.


PALADAS

Cuando acaba la noche nos da a luz
un día y otro día, sin un resto
de la vida que fue, desconocidos
del pasado, empezando desde hoy
la vida que nos queda. Viejo,
no digas que tu edad es mucha:
los años que se han ido no los tienes.


FILODEMO

Cándida Janto que expeles perfumes,
tú, la cara de Musa, suave efigie
de amores alados, vuelve a tañer
dulce por mí con tus manos fragantes.
En un lecho de piedra solitario
y por piedras cegado he de dormir
eterno sueño. Canta
otra vez para mí, pequeña Janto:
¡sí, este dulce canto, sí! ¿Lo escuchas
usurero? Y solo, en mi cama de piedra
habré de reposar, miserable, por siempre.


ÁNITE DE TEGEA

Este hombre, en vida, era tan sólo Manes:
aquí, muerto, vale como Darío.


ALFEO DE MITILENE

Infeliz el que vive sin amor.
Es difícil hacer o decir algo
si falta la locura del amor.
Ahora estoy en letargo
pero es ver a Senófilo y vuelo
como una exhalación.
Por eso digo siempre a todo el mundo:
no rehuyáis las pasiones, al contrario:
perseguidlas. Piedra de afilar
del Alma es el Amor.


                                   Traducción de Abraham Gragera

domingo, 17 de octubre de 2010

Bei Dao

NOSOTROS

Almas perdidas y sufrientes
lámpara en mano perseguimos
la primavera

Brillan las cicatrices, se vuelcan las tazas
el haz de luz creado
contempla el instante seductor:
bandidos se insinúan
en las oficinas de correos
las cartas gritan

obsesiones, ah obsesiones
la letra de esta canción
no cambiará ya nunca
leña amontonada como clavos
buscando quien la escuche

buscando el corazón del invierno
donde termina el río
el barquero que aguarda
el inmenso crepúsculo

la necesidad de que alguien
reescriba el amor


                                           Bei Dao
                                           Traducción del italiano de Abraham Gragera

jueves, 14 de octubre de 2010

Eugenio Montale

LO LLENO

No basta un huracán de langostas
para volver la faz del mundo intransitable.
Cierto es que se amilenian, se amillonan
formando una corteza más compacta que un muro.
Pero lo lleno en demasía simula el
vacío, y es suficiente para que aceptemos
estos cambios de barba. No sientan mal a nadie.


EL VACÍO

Ya ni existe el vacío
donde una vez podíamos refugiarnos.
Ahora sabemos que hasta el aire
es material y pesa sobre nosotros.
Material inmaterial, lo peor
que podía tocarnos.
No lo bastante lleno porque aún
hay que insuflarle hechos, y movimientos
para poder decir que somos suyos
y que no huiremos de él ni con la muerte.
Atiborrar de objetos lo que es
el solo Objeto por definición
sin que él se dé por aludido oh vil
comedia. ¡Y con qué celo la representamos!


                                   Eugenio Montale
                                   Traducción de Abraham Gragera

viernes, 8 de octubre de 2010

John Ashbery

CIERTOS ÁRBOLES

Estos son asombrosos: cada uno
Junto al vecino, como si el habla
Fuese una escena más de la quietud.
Como arreglos casuales, organizados

Para reunirse tan lejos esta mañana
Del mundo, que de acuerdo
Con él, tú y yo
Somos de repente lo que los árboles tratan

De decirnos que somos:
Su simple estar ahí
Algo sugiere: pronto
Nos podremos tocar, amar, entender.

Y contentos por no haber inventado
Semejante gracia, nos dejamos rodear:
Un silencio ya pleno de rumores,
Un cuadro del que brota

Un coro de sonrisas, una mañana de invierno
Bajo una luz desconcertante, y al moverse,
Nuestros días oponen tal reticencia
Que estos acentos parecen su propia defensa.

                                                                            
                                                  John Ashbery
                                                  Traducción de Abraham Gragera

jueves, 7 de octubre de 2010

...

Creo que me trae sin cuidado más o menos casi todo. Quiero decir: creo, porque ¿quién está seguro de disfrutar una fuerza semejante? En esta primera observación se injerta la segunda: nada me resulta indiferente. Esas son las dos alas con que vuelo: desapego y simpatía. La primera me lleva muy alto, la segunda me ayuda a llevarme conmigo todo lo que veo. Por supuesto hace falta que aleteen al mismo tiempo, si no viene la caída.

*

Supe muy pronto lo que no quería. Correspondía a la totalidad de lo que se me proponía como porvenir. Un matrimonio, un trabajo. Unos objetos, unos horarios. Los vivos que se conforman con tan poco hacen como que viven: eso es lo que yo pensaba entonces. Hoy me resulta tan evidente como que los muertos hacen como que están muertos. Ni los unos ni los otros me parecen absolutamente reales. A los vivos, como a los muertos, les falta algo. Escribir a veces da una visión inalcanzable sobre una cosa así. Sólo puedo escribir sometido a la presión de un gozo. No todas las escrituras son así. Muchas son como las ruedas de un viejo molino, puestas en movimiento por las aguas llenas de musgo del resentimiento.
 
*

Esa gente que se pavonea en televisión, expertos en economía o animadores de variedades, cumplen la misma función. Se les ha confiado el cuidado de alimentar el imaginario y el pensamiento de un pueblo. Hacen que se rebaje y lo insultan. Tendrían que enseñarles sus emisiones tal y como se reciben en los asilos de ancianos, en los hospitales y en las cárceles. La manera más pertinente de conocer a una sociedad es mirarla a partir de los lugares donde lo humano está en vías de olvido, y orientar de ese modo el pensamiento: de abajo hacia arriba. Veríamos entonces lo que es falso, muerto, irreal, y nos quedaríamos deslumbrados por los numerosos milagros restantes -imágenes de animales, de árboles, de rostros, palabras que escapan y encantan. Porque con las sociedades pasa como con los individuos: lo real se encuentra siempre del lado de lo refractario, de lo fugitivo, de lo resistente, de todo lo que tratamos de calmar, ordenar, hacer callar, y que a pesar de todo vuelve, y vuelve de nuevo, y vuelve sin cesar -incorregible. La escritura está de ese lado. Todo lo que se empeña en vivir está de ese lado.

*

Lo contrario absoluto del amor es la necedad. La necedad y su hocico impávido, su falta total de conciencia propia. El que se aloja en el árbol hueco de la necedad ni tan siquiera sabe que es necio -al contrario de la locura: siempre hay un instante, una chispa, donde el loco se reconoce como loco. Por lo demás no necesita de ese saber porque triunfa, ya que a cada paso que da, a cada palabra que pronuncia, el hombre necio triunfa, avanza triunfando, triunfa avanzando. Se puede muy bien ser necio e instruido. Se puede también, se ve con frecuencia, ser necio y listo. Y casi siempre, cuando se es necio, se es sentimental: un vacío llama al otro. Pero hay una cosa que es imposible: ser necio y dotado de amor. Son dos absolutos incompatibles, alérgicos el uno al otro. Entre ellos, ninguna mezcolanza, ni un solo vínculo de ningún tipo. La guerra, eso es todo. Tiene que existir desde el principio del mundo. Su solución está lejana, tan lejana que puede hacernos desesperar: la necedad se encuentra en el mundo como en su propia casa. Hoy en día, entre otros quehaceres, hace televisión. La necedad siempre ha sabido olfatear los buenos negocios. La necedad está muy ocupada, nunca para, es en el fondo -suponiendo que tenga un fondo- industriosa, militante. No decir nada más ni espantarse. La necedad es como una roca contra la cual las aguas de dios vienen a batir en vano.

*

En lo imaginario, un escritor siempre está muerto, incluso cuando está vivo. Y los cantantes, es a la inversa: incluso muertos, están vivos. Me queda por consiguiente escribir como se canta.


                                                                                Christian Bobin
                                                                                Traducción de José Areán

martes, 5 de octubre de 2010

Christian Bobin

A la pregunta siempre embarazosa: ¿qué estás escribiendo ahora?, respondo que escribo sobre flores, y que otro día elegiré un tema todavía más nimio, más humilde si cabe. Una taza de café solo. Las aventuras de una flor de cerezo. Pero por ahora tengo ya mucho para ver: nueve tulipanes muriéndose de risa en un jarrón transparente. Miro su estremecimiento bajo las alas del tiempo que pasa. Tienen una manera radiante de estar indefensos, y escribo esta frase a su dictado: "Lo que constituye un acontecimiento es lo que está vivo y lo que está vivo es lo que no se protege de su pérdida".

*

De la extenuación al frescor: ese es el verdadero sentido de mis días.

En un libro policiaco, de pronto, unas páginas superfluas para la narración: unas consideraciones divertidas sobre la pintura de los impresionistas. Ese es el tipo de milagro que yo busco en los libros -las digresiones, las zonas perdidas, los eriales. Si esas páginas sobre la pintura hubieran figurado en un libro de arte, me habrían gustado menos. Como si la novela policiaca hubiera sacrificado todo para continuar su relato. Pero no: en pleno centro del desastre, uno se para, enciende un cigarrillo y habla de la luz de los cerezos en flor.

El arte de la conversación es el arte mayor. Los que gustan brillar en él no entienden nada. Hablar de verdad, es amar, y amar de verdad, no es brillar, es arder.

*

Hay una literatura que es suntuosa, sobrecargada de oro y de autoestima. Considera el hecho de escribir mayor que la vida. No conoce nada más noble que una buena frase. Engendró, sin lugar a dudas, obras maestras, y me resulta indiferente. Es de una literatura distinta de la que estoy hambriento. Es tan antigua como la primera. No supone menos trabajo pero no busca lo mismo. O mejor: hay una manera de escribir que busca, no encuentra más que por accidente o por gracia, y sigue buscando. Y hay una manera de escribir que da vueltas en torno a su espejo, una novia que se prueba el traje. Esa no busca nada. No tiene nada que buscar, ha encontrado desde siempre con quien casarse: con ella misma. Sus virtudes no me impresionan. No admiro una obra porque me dicen que la admire sino por el poder del amor que vibra en ella. Lo que yo entiendo aquí por amor no es nada sentimental. El amor que es únicamente real es de una dureza increíble. Esa es la palabra: increíble. El poeta Henri Pichette dice que nunca se debería escribir ni una sola frase que no se pudiera susurrar al oído de un agonizante. Pues bien, eso es exactamente. La manera de escribir que a mí me gusta es exactamente eso. Y todos nosotros somos agonizantes, ¿no? ¿A dónde me conducen tales reflexiones? A nada, a nada. No es nada de importancia: una subida de fiebre. Lo que digo aquí, puedo decirlo de otra manera: hay una palabra de príncipes y hay una palabra de mendigos. La de los príncipes es como una estancia en la que no hubiera nada y en la que al mismo tiempo todo estuviera lleno, lleno a rebosar. Es una palabra que está sorda de bastarse a sí misma. La de los mendigos, por el contrario, contiene en ella el vacío suficiente, de espacio, de silencio, para que el primer llegado se deslice en ella encontrando allí su bien. Es una palabra que deja en ella sitio a otra, que hace posible la llegada de algo distinto a ella misma. Ya sabéis: la vieja tradición de poner en la mesa un plato de más para un visitante imprevisto. Esas son las palabras que a mí me gustan. Es en esas mesas donde mejor como.


                                                                               Christian Bobin
                                                                               Traducción de José Areán

lunes, 4 de octubre de 2010

Attila Jozsef

YA ESTÁ EL SALDO FINAL

En mí confié desde el primer momento.
Bien poco cuesta ser dueño del viento.

Y aun a la bestia no le es más costosa
la vida, hasta que la echan a la fosa.

Nací, amé, fui lejos, hice el resto.
Con miedo a veces, no dejé mi puesto.

Siempre pagué las deudas contraídas
y agradecí las manos extendidas.

Si una mujer fingió quererme, artera,
la amé, feliz de que se divirtiera.

Hice maromas, barrí, bebí vino
y entre los listos me fingí cretino.

Vendí juguetes, pan y poesía,
diarios y libros: lo que se vendía.

No he de morir ahorcado en suave trama
ni en gran batalla sino en una cama.

He vivido (ya está el saldo final):
otros muchos murieron de este mal.


                                Traducción de Fayad Jamís